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Frank Capra

(1897 - 1991)

Guillermo Callejo, colaborador de CinemaNet, comenta sobre Frank Capra:

 

   «Sin pecar de ingenuos… Capra realizó obras siempre positivas, edificantes y sólidas como una roca. No incurría en mensajes dulzones o cándidamente falsos, sino que mostraba historias cercanas y que elevaban el espíritu. Creía en una moral concreta, y a partir de ella engrandecía a la persona humana: a los protagonistas de la película y al público que los contemplaba.

 

   La “magia” que con frecuencia se atribuye a este director no es, en mi opinión, otra cosa que coraje para retratar el mal y sencillez para advertir y ensalzar el bien. Ponía ante nuestros ojos individuos con cuya personalidad fácilmente nos identificamos o reconocemos al desenvolvernos por el mundo. Y tales descripciones son siempre inusualmente profundas: el mal nunca atrae, mientras que por el bien sentimos una admiración inconfundible…

 

   Frank Capra emigró de Italia a Estados Unidos a principios del siglo pasado, cuando apenas había cumplido seis años. Se instaló con sus padres y sus cuatro hermanos en California, y allí cursó sus estudios como ingeniero químico. Luego estuvo en el ejército y contrajo la fiebre española. Pronto recaló en los estudios cinematográficos, aunque hasta principios de los años 30 no logró producir sus mejores obras.

 

   Su vasta labor como director fue de una altísima calidad. En cinco años le concedieron tres veces el Óscar al mejor director, y estuvo otras tantas nominado. También ganó un Globo de Oro. Estuvo al frente de trabajos muy variados: comedias, dramas, documentales bélicos, series científicas, etc.

 

   “Sucedió una noche” (1934) marcó un antes y un después para él. Bueno, para él y para el mundo entero, pues con ella inauguró la screwball comedy. Clark Gable y Claudette Colbert premiados ambos con la estatuilla– encarnan a dos personas que se enamoran a bordo de un autobús. Así de simple y así de formidable. Él es bohemio, introspectivo; ella, una recién casada y desesperada jovencita, Capra mezcla un sinfín de ingredientes (dinero, arrebatos, periodistas, enamoramientos…) en un solo largometraje, y el resultado es maravilloso. Más allá del conseguido entretenimiento, se nos ponen en bandeja temas tan embrollados como la infidelidad, la responsabilidad, la culpa o el optimismo. Y Capra no se mantiene al margen. No es imparcial.

 

   En 1938 estrenó “Vive como quieras”, otra comedia esta vez más ligera hilarante y llena de chispa, adaptación de un premio Pulitzer. El elenco de actores no falla aquí tampoco, si bien la palma se la llevan James Stewart y Jean Arthur. Y entre tanta algarabía, prevalece sobre todo el mensaje claro y rotundo de Capra, que frente al capitalismo, el exceso y el individualismo enarbola la bandera de la amistad, la familia y la alegría con una fuerza inimitable. ¿Acaso hay alguien que no sienta sana envidia al contemplar el desenfado de la familia Sycamore?

   Al año siguiente, Capra proporcionó a la gran pantalla “Caballero sin espada” (1939), todo un recital de excelente cine. La pareja de su anterior película, Stewart y Arthur, coincide aquí en un contexto muy distinto, el de un senador aguerrido que luchará pertinazmente contra la corrupción política, secundado siempre por su fiel secretaria. Aunque las interpretaciones no fallan, lo que de verdad brilla en este filme es el mensaje capriano, proclamado a voz en grito por Stewart, y que resulta, una vez más, indeleble. La honestidad, el patriotismo, la perseverancia, la sencillez, la libertad, la responsabilidad… y no se cuántos valores más, son defendidos sin ambages desde el primer fotograma hasta el último. Pero el maestro Capra nos los traduce. No los deja caer y punto, sino que los plasma en tramas, en criaturas verosímiles de carne y hueso.

 

   No citar “¡Qué bello es vivir!” (1946) en esta sucinta enumeración sería poco menos que  pecado. ¿Por qué las cadenas televisivas no se cansan de repetir su emisión año tras año? ¿Por qué casi todos los espectadores no pueden evitar soltar alguna que otra lágrima al llegar el final de la historia, incluso cuando no es la primera vez que se ve? Porque Capra tiene la capacidad de que todo espectador comprenda los sinsabores y egoísmos que experimenta Stewart, pues al fin y al cabo son inherentes a la naturaleza humana; porque Capra, en una palabra, urde una fábula que no tiene nada de fábula. Su legado no es falsamente alentador, sino genuinamente plausible. Forja un panorama triste y realista y enseguida le otorga una dimensión de mayor alcance.

 

   No he tratado aquí, ni mucho menos, de erigir a... Capra como único paradigma del mejor cine realizado hasta la fecha. Pienso más bien que es requisito que todo cinéfilo debería tener en cuenta a la hora de contemplar una película, más aún hoy en día, cuando muchos largometrajes se limitan a representar semblanzas y no se atreven a proferir un juicio último que dé sentido a cuanto han expresado.»

 

 

RESEÑA BIOGRÁFICA

 

   Francesco Rosario Capra nace en Sicilia en 1897 y emigra a EE.UU. a los 6 años y se instala con su familia en Caloifornia.  En 1918 ejerce de profesor en el ejército americano y se licencia en 1920 tras contraer la gripe española. Ese año obtiene la ciudadanía estado-unidense.

 

   Capra comenzó su carrera en el cine mudo, destacando como director y guionista de comedias protagonizadas por uno de los mejores actores de comedia del cine mudo, Harry Langdon. En 1930 se traslada a la Columbia Pictores donde colaboró estrechamente con el guionista Robert Riskin y en 1940 con Sidney Buchman.

 

   Desde 1931, con la película "La mujer milagro", comenzamos a observar el talante de Capra. Es una de sus primeras películas y en ella aparecen dos elementos imprescindibles en los films de Capra: La religión y la gente, buena gente. Es una declaración de intenciones de Frank Capra, como si estuviese anunciando su disposición a ser el cuenta cuentos maravilloso de los años 30 y 40.

 

   Después de recibir en 1934 los Premios de la Academia Óscar a mejor director y mejor película por “Sucedió una noche” (que también ganó los galardones al mejor actor y actriz), Capra dirigió una serie de películas de corte espiritual y humanitario. Entre ellas: “El Secreto de Vivir” (por la que ganó su segundo Óscar en 1938), “Horizontes Perdidos”, “Vive como quieras” (tercer Óscar en 1938), “Caballero sin espada” y “Juan Nadie”.

 

EL ÁNGEL DE CAPRA

   En 1935, Frank Capra está muy enfermo. Recibe entonces la visita de alguien que cambió su vida, del que nunca supo su nombre, que le dijo: "Es usted un cobarde. Y lo que es más triste, una ofensa a Dios. ¿Oye a ese hombre?" (se refería a Hitler que hablaba en la radio) "¿A cuántos habla? ¿15, 20 millones? ¿Y cuánto tiempo? ¿20 minutos? Usted puede hablar a cientos de millones, durante 2 horas. Y en la oscuridad. Sus talentos, señor Capra, no son suyos por derecho propio. Dios se los ha dado. Cuando no los usa, ofende a Dios y a la humanidad. Que tenga un buen día". Capra tomó conciencia de su responsabilidad. El discurso le llevó al confesionario y le devolvió, además, las ganas de vivir.

 

   Entre 1942 y 1948 produjo y dirigió varios documentales de Guerra. Su serie documental “Por qué luchamos” ganó el premio de la Academia.

   

   En 1946 Frank Capra dirige “¡Qué Bello es Vivir!”, considerada la película más conocida de Capra, nominada para cinco Óscar, incluidos el de mejor director y mejor fotografía, y que se ha convertido en un clásico de Navidad.

 

   La última película de Capra fue “Un gánster para un Milagro” (1961). Él habría querido hacer una película de ciencia ficción más adelante, pero no consiguió que éste superara la etapa de pre-producción. Algunos de los últimos trabajos del director consistieron en la producción de series científicas para la televisión.

 

   Fue también un excelente divulgador científico que dedicó los últimos años de su vida a explicar ciencia básica a través del, por aquel entonces, nuevo medio televisivo y utilizando los recursos expresivos de los dibujos animados. De hecho, Capra se consideraba a sí mismo científico frustrado y cuando uno de sus biógrafos le preguntó sobre dónde hubiera acabado si no hubiera sido director de cine, respondió:

 

«Con el Dr. Edwin Hubble. Como un astrónomo. Podría estudiar las estrellas y los planetas para siempre. Siempre he querido saber por qué, por qué… Las películas cambiaron mi mentalidad. Me metí demasiado en el negocio del cine. Pero cuando recientemente he vuelto a Caltech y escucho sobre cosas que no conozco, como los agujeros negros… ¡Maldita sea! ¡Me vuelvo loco! ¡Cómo demonios he renunciado a lo que desconozco!… Pero parece que las imágenes en movimiento tienen un terrible dominio sobre mí. No sé lo que es…»

 

   La fascinación de Capra por la ciencia era tal que llegó a incluir conceptos científicos en algunas de sus películas, obligando a sus guionistas a re-adaptar las escenas. Como es el caso Vive como quieras (1938) en el que su protagonista, James Stewart, suelta un alegato a favor del uso de la energía solar en una de las secuencias románticas del film.

 

«Recuerdo que en la Universidad otro hombre y yo teníamos una idea; queríamos saber lo que hacía crecer la hierba verde, porque hay un motor diminuto en el verde de la hierba y en el verde de los árboles que tiene el misterioso don de poder coger la energía de los rayos del Sol y almacenarla. Bueno, nosotros pensábamos que si éramos capaces de encontrar el secreto de todos esos millones de pequeños mecanismos en esta materia verde, podríamos hacerlos más grandes, y entonces podríamos obtener todo el poder que necesitáramos para siempre tan sólo de los rayos del Sol.»

 

    Dirigió una serie de nueve episodios en la que se combinan imágenes científicas, actores en vivo y animación para transmitir conceptos científicos. En la serie participaron, además de Capra, otros directores, entre ellos, Walt Disney. Cada una de ellas trata sobre un tema concreto: el Sol, el sistema circulatorio humano, la radiactividad y el cambio climático.

 

   En 1971 Capra publicó su autobiografía “The Name Above the Title” (“El Nombre más allá del Título”). Y en 1991 muere en California mientras dormía, a la edad de 94 años.